Nuestra (in)capacidad de imaginar el futuro

carruaje-locomotora-innovacion-incapacidad-para-imaginar-futuro-cabezas-de-raton.jpg

Hace unos 10 años asistí en Coruña a una conferencia de Jesús Encinar, fundador de Idealista.com en la que presentó una diapositiva que se quedó grabada en mi memoria para siempre. Sirva esa imagen superior para ilustrar este artículo. En ella vemos un dibujo de cómo imaginaban que sería el ferrocarril años antes de que se inaugurase. Por lo tanto estamos hablando de finales del siglo XVIII o principios del XIX. Y encierra buena parte de la filosofía humana a la hora de afrontar lo desconocido.

Decía Encinar que “tendemos a imaginar el futuro como un presente con esteroides”. Es decir, nos imaginamos lo mismo que ya conocemos pero más rápido, más grande, más fuerte o con mayor capacidad. En el caso de los carruajes, lo que se imaginaban era un carruaje un poco más grande con una locomotora delante. Nadie pensaba en que si lo que tiraba era una máquina, lo más inteligente sería poner varios vagones y dejar que la máquina de vapor hiciera el trabajo que ni 100 caballos podrían hacer. Obviamente, con el paso del tiempo y el desarrollo de la revolución industrial, se le sacó el máximo partido al ferrocarril.

“La gente no sabe imaginar el futuro y tiende a repetir el pasado cuando lo intenta” Eduardo Punset

A raíz de la crisis del Covid, se han escrito innumerables artículos de cómo será la vida post-coronavirus. Y una característica muy común a todos ellos era aplicar una especie de factor de corrección a los componentes básicos de nuestra día a día pre-coronavirus. Por ejemplo valorando ciertos aspectos: trabajo, ocio, familia, amigos, tecnología… Pero casi nadie se atreve a imaginar una vida diferente de la que conocemos. Yo no tengo ninguna receta mágica para saber cómo será la vida a partir del 2021, y de hecho, no creo que como sociedad vayamos a cambiar tanto en tan poco tiempo. Aunque sí tengo claro que buena parte de la generación que ha vivido en primera persona esta crisis, se replanteará ciertos valores y le gustaría poder vivir en mayor armonía con ellos. Otra cosa muy diferente es que sus circunstancias personales se lo permitan. Hay muchos compromisos adquiridos que nos limitan el poder de decisión. Muchas hipotecas sirven para atenuar esas ganas de cambiar de vida. A mí personalmente lo que se me quitaron son las ganas de tener una hipoteca. La libertad empieza a ser uno de los bienes más preciados debido a su escasez. Os remito a la cita de Cyrano de Bergerac que finaliza nuestro Quiénes Somos.

Hace ya diez años que vi esa imagen del carruaje, y desde aquel momento intento cuestionarme todas las predicciones con las que me encuentro. Y aunque no tengo la bola de cristal para saber cómo será el futuro, sí que he ganado mucha sensibilidad para detectar a los que sólo se imaginan un presente recauchutado. En este sensacional artículo de El Confidencial se habla del problema de encarar un futuro incierto en plena crisis sin tener las estructuras preparadas para la innovación. Si seguimos pensando igual, probablemente nos hundiremos en la mediocridad.

Se dice que en la Expo 92 de Sevilla, la de Curro para los que ya peinan canas, no se nombró en ningún momento la palabra “Internet”. En cambio, se construyeron enormes pabellones cuya única función era demostrar al mundo quién tenía la pantalla plana más grande. ¿Por qué? Porque las pantallas planas eran la revolución y buena parte de los innovadores decidieron que el futuro sería cubrir el 100% de las superficie de una ciudad con pantallas planas. Al final lo que verdaderamente revolucionó el planeta fue llevar una pequeña pantalla en nuestro bolsillo y estar hiper-conectados a través de ella utilizando la red de redes. Pero por algún motivo, grandes mentes del momento pensaron que era mejor construir edificios de 10 plantas con forma de televisor.

Y como es bastante más fácil apuntar errores que aciertos, vamos a darle la vuelta a la tortilla y recurriremos al cine para ver gloriosas aproximaciones al futuro, Hay una película: Her que para mí es una obra maestra por muchos motivos, uno sin duda por la manera en la que se dibuja el futuro. Cautiva por su sencillez y por la ausencia casi total de hardware en un mundo ultra-tecnológico, a excepción de un audífono y una pequeña petaca que sirve de CPU y de cámara. El resto es cosa del sistema operativo que funciona mediante comandos de voz y que aprende los gustos de su “dueño” hasta mimetizarse con él. Y la guinda al pastel es poner la sensual voz de Scarlett Johansson al sistema operativo. Incluso la escena en la que juega a un videojuego es de extrema sencillez. El protagonista, Joaquin Phoenix, no tiene ningún mando, simplemente interactúa en el juego con su voz y el movimiento de sus manos y la imagen se proyecta en 3 dimensiones en el salón de su casa. Magistral. Ese futuro que se divisa sencillo y que ahonda en la soledad del ser humano en un mundo hiper-conectado, sí que me causa curiosidad. A nivel hardware, si en algo se parece a lo que vaticinan desde Her, será maravilloso. Aunque a las empresas de electrónica de consumo no le gustará nada que con 2 pequeños aparatos tengamos colmadas prácticamente todas nuestras necesidades. Eso sí, el tema de la soledad tenemos que esquivarlo o acabaremos mal.

El otro peliculón que nos marcó cómo sería el futuro mucho antes de tener un simple esbozo de cómo sería fue 2001: Odisea en el espacio. Una obra maestra de Stanley Kubrick estrenada en 1968 que ya anticipaba con pelos y señales, entre otras muchas cosas, cómo tenía que ser un iPad (o una tablet genérica): una pantalla móvil que se llevaba el protagonista en la nave espacial a la mesa para comer entretenido. Increíble que tuviésemos que esperar hast el año 2010 para ver salir al mercado la primera tablet de Apple. Pero no fue la única invención que se parió en esa película…

Y un par de apuntes más de enfoques chapados a la antigua a la hora de utilizar una nueva tecnología. El primero los periódicos en PDF. Cuando Internet se popularizó, todos los diarios pretendían que sus lectores leyesen todo el periódico en PDF. Pero por mucho “push” que hicieron los medios, acabaron claudicando ante un público que ya sólo quiere ver lo que le interesa. No descargar un PDF pesadísimo para leer el 2% de la información en un formato que hace imposible una buena experiencia de uso.

El otro es el correo electrónico. Éste me lo reservo para una futura entrada del blog. Sólo anticipo que ya en 2015 me di de bruces contra una realidad innegable: el email es una herramienta viejuna. Muy útil sí, pero viejuna. Ya os contaré mi reacción al darme cuenta de que un grupo de chavales de 17 años me habían abierto los ojos de golpe y me di cuenta de que mi forma de pensar daba por hecho que las herramientas que utilizamos a diario en el trabajo son maravillosas, perolas nuevas generaciones eran totalmente ajenas. Pero creo que esta historieta y sus reflexiones se merecen un artículo para tratarlo en mayor profundidad.

Si miramos hacia la educación, podemos ver como la tendencia al status quo es fortísima entre el profesorado. Con gloriosas excepciones, por supuesto. Pero en el año 2020 sigue habiendo demasiado profesor esclavo de los apuntes. Lo mismo que se hacía hace 40 años. Pero es que el mundo está irreconocible con respecto a 1980. Ha evolucionado todo, y el repetir desde el púlpito para que la gente tome apuntes, sigue siendo la tónica habitual en las aulas. En una noticia sobre el Covid hablaban de cómo eran las nuevas clases telemáticas y una profesora decía que se había dado cuenta de que para los alumnos era mucho mejor el tipo de clases que se daban durante el confinamiento: al hacerlas por videoconferencia, las clases pueden quedar grabadas y los alumnos pueden recuperar la lección cuando lo deseen. De lo sencillo que es, parece increíble que nadie hubiera pensado en eso antes del Covid. Los alumnos pueden recurrir a la explicación original del profesor tantas veces como deseen. ¡Qué envidia! Eso sí, ahora quedan mucho más expuestos tanto los buenos profesores como los malos. Bendita tecnología. Pero este punto es el que va a poner a muchos profesores de la vieja guardia en pie de guerra. Digo profesores por poner un ejemplo de una profesión concreta, pero todos tendemos a reaccionar con rechazo a algo que nos expone o nos exige avanzar. Espero que el tener las clases grabadas se quede instaurado para siempre porque redundará en la calidad de la enseñanza. Y a lo mejor la gente va menos a clase (en centros en los que no sea obligatorio como las universidades). Y ahí entraríamos en el drama del presentismo, al que le dedicaremos otra entrada, porque también tiene lo suyo.

En el ámbito educativo cada vez se ven más estrategias modernas que tratan de mejorar las metodologías clásicas de enseñanza. Un ejemplo: si queremos que los chavales se adentren de verdad en la historia, quizás haya que optar por la gamificación en el aula y no tanto por el refranero clásico que dice aquello de que “la letra con sangre entra”. Porque así no vamos a ningún lado. Si algo nos enseñan los millennials es que entramos en la era de la persuasión. Y ahí los “mayores” tenemos mucho que aprender. Y para combatir nuestras miserias decimos cosas como “en mis tiempos si hacías eso, tenías un cero”.

Durante la década de los 80 en la que nació quien esto escribe, se decía que en el año 2000 los coches volarían. Y lo que volaría en medio de la ciudad tendría indefectiblemente forma de coche. No se imaginaban otra forma. Como si todo vehículo familiar tuviese que tener forma de coche de la época. Nadie imaginó algo parecido a un dron en aquel momento, aunque ya había todo tipo de helicópteros que podrían haber servido de inspiración. ¿Cómo será el vehículo del futuro? No tengo ni idea, pero me aventuro a decir que no se parecerá en mucho a un ”2 caballos” de la época. Y que conste que a mí me encantan estos coches :)

Y después de este repaso, la reflexión que me hago es no tratar de dejarme llevar por la inercia. Obviamente es muy difícil saber cómo va a ser el futuro, pero debemos ponernos en la piel de las nuevas generaciones y no encerrarnos en nuestra aversión al cambio. Porque en el siglo XXI los cambios suceden a velocidad de vértigo. Nunca el mundo fue tan diferente después de 20 años, los que pasaron desde aquel temido Efecto 2000. Y no tenemos ni idea de cómo será el mundo de 2040, así que abramos la mente y no dejemos que la comodidad nos haga defender posturas que luchan contra el progreso por mero beneficio cortoplacista o, simplemente, por acomodados. De hecho, si optamos por la actitud contraria y nos mantenemos activos, disfrutaremos en primera persona de esos cambios. Y ese, sin duda, va a ser un viaje apasionante que espero vivir en primera fila.

Vienen tiempos de cambio. Así que vamos a poner la mente en blanco y liberarnos de prejuicios para detectar esos cambios y amoldarnos a las circunstancias. Espero estar en el grupo que es capaz de asimilar las novedades y no en el bando (odioso para mi gusto) del “todo tiempo pasado fue mejor”.

Y todo esto lo escribe alguien cuyos gustos musicales tienden bastante a lo clásico. Pero ya decía Loquillo, arquetipo de rocker de la vieja escuela, aquello de “no hables del futuro, es una ilusión…”

Juan Capeáns junio 2020

Últimos artículos